Aprendes en la escuela, jugando al parque con amigos, en la playa, en el campo de deportes. A veces incluso en casa. Al escucharlos contados por padres o hermanos mayores. Incluso la televisión nos puede poner por su cuenta. Alrededor de 3-4 años, cuando el niño comienza a frecuentar ambientes diferentes de aquellos restringidos al ambiente familiar y su vocabulario se enriquece con nuevas palabras, las malas palabras pueden convertirse para él en términos de uso común que repite sin comprender realmente su significado .

FASE 1: ESPÍRITU DE EMULACIÓN SIN MALICE
Si los niños mayores usan malas palabras (de hecho, compañeros de escuela o hermanos mayores), la emulación se vuelve absoluta, ya que ejercen una fuerte atracción sobre los pequeños. Al principio es una mera repetición. El niño está intrigado por estas nuevas palabras a pesar de no poder asociar ningún tipo de significado con ellas y las usa en los contextos más dispares sin estar en lo más mínimo avergonzado. Será la reacción de otros (padres, parientes, maestros …) hacerle descubrir pronto el "poder" que ejercen ciertas palabras y el efecto que pueden causar.

FASE 2: EL ENCANTO DE LA TRANSGRESIÓN
Las reacciones que el uso de malas palabras provoca en los que lo rodean (vergüenza, ira, nerviosismo, risas …) aumenta la curiosidad y la atracción por las malas palabras del niño, de las cuales gradualmente descubre el significado y aprende a usar como arma para atacar o defenderse de camaradas o hermanos y como herramienta para avergonzar a los adultos. En este punto, el uso de palabras inapropiadas se convierte en una forma de expresar transgresión y rebelión y tiene un valor puramente provocativo. Es en esta etapa que es necesario intervenir, para evitar que el lenguaje grosero se radicalice y las palabrotas se conviertan en parte del vocabulario del niño sin poder elegir cuándo usarlas y cuándo no.

Cómo comportarse:

  • En primer lugar, para no perder credibilidad, siempre es bueno evitar usar un lenguaje vulgar delante del niño que nunca debe escuchar las palabras o palabras que se le dicen al padre o la madre. En este sentido, los hermanos mayores también deben ser educados, a menudo tomados como modelos de comportamiento por los pequeños.
  • Las malas palabras deben provocar la desaprobación, pero no la vergüenza. Por lo tanto, al regañar al niño es necesario mantener la calma, haciéndole comprender que esto es algo que no se debe hacer.
  • Explíquele al niño que hay palabras alternativas para maldecir, y que es mejor usarlas.
  • Si el niño es pequeño y, por lo tanto, no puede entender el significado de la palabra "feo", vale la pena intentar fingir inicialmente que no pasó nada: cómo lo aprendió podría olvidarlo. Así que evite mostrar vergüenza o, peor aún, reír.

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