El sufrimiento, cuando llega el momento de irse, puede ser realmente destructivo. Muchas personas pueden caer en la depresión: para ellos, superar el final de una relación se convierte en una verdadera pesadilla. Del mismo modo, otros logran en poco tiempo volver sobre sus pasos y continuar sus vidas con la tenacidad adecuada. Por lo tanto, es necesario comprender las razones por las cuales algunos permanecen atrapados en el pasado, mientras que otros logran encontrar la salida con relativa simplicidad.

El amor en el cerebro está asociado con un tipo de adicción. Cuando dos personas se enamoran, hay una sensación de bienestar mental. Una serie de neuroquímicos como la adrenalina, la dopamina y la serotonina se hacen cargo. Y si el vínculo con su pareja es muy profundo, la oxitocina también entra en juego. Estos productos químicos tienen la capacidad de hacer que las personas se sientan fuertemente motivadas.

Una persona enamorada también puede quedarse y hablar una noche entera con su alma gemela. El amor es, de hecho, responsable de las acciones que uno nunca podría imaginar hacer por otro ser humano. Sin embargo, cuanto más se estabiliza la relación amorosa, más hacen los químicos lo mismo. ¿Por qué, entonces, dejar ir implica tanto sufrimiento? Precisamente cuando ocurre una ruptura, el cerebro siente los fuertes sentimientos que sintió al principio. Esto sucede porque sin el amor al que está acostumbrado en la vida cotidiana, el centro de recompensa del cerebro se vuelve loco y continúa liberando neuroquímicos como una solución para sentirse motivado nuevamente.

Por otro lado, sin un compañero no hay recompensa. Como resultado, uno se siente triste y deprimido. Desde el punto de vista neurobiológico aún no está claro cómo algunos individuos superan una ruptura con extrema simplicidad, mientras que otros siguen siendo dependientes. La forma en que nos apegamos a una persona, sin duda, juega un papel fundamental. A veces, debe ser realista para reconocer si su pareja era realmente la persona adecuada, porque debe ser consciente de que siempre puede encontrarse con alguien mejor durante su vida. En algunos casos, mejor solo que mal acompañado: es suficiente saber cómo admitirlo.

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