me disculpo con mi ex

Espié su teléfono y también su correo privado. Revisé una y otra vez su historial de navegación. Hice una escena frente a amigos y extraños y lo seguí. Y como si esto fuera poco, también comencé a revisar los movimientos sociales y los movimientos reales de sus amigos que consideraba sospechosos.

Grité, lloré y luego me disculpé, para volver a cometer los mismos errores. ¿Estoy avergonzado de lo que he hecho? Absolutamente sí. ¿Lo haría de nuevo? No.

Mirando hacia atrás, unos más y otros menos, encontramos un reguero de cosas hechas o dichas que se podrían haber evitado. Son los famosos errores que cometemos para crecer, para hacernos grandes, para aprender las lecciones de vida más preciosas. Pero los errores que dejé atrás, debo confesarlo, son realmente gigantescos y vergonzosos también.

Hoy estoy lejos de esos miedos que nacían desde dentro, e invadían mi mente y mi cuerpo, llevándome a los celos, obsesiones y paranoias. Hoy esa niña, que a los ojos de todos parecía loca, no quisiera conocerla ni a través de una imagen. Pero esa chica era yo y tengo que lidiar con esto.

Han pasado los años y aún recuerdo perfectamente todo lo que le hice pasar a mi ex. En aquellos días no parecía tan grave espiar su perfil de Facebook y mucho menos dudar de cualquier otro ser femenino que formara parte de su vida. Ambos éramos hermosos y jóvenes, y también muy cortejados.Y eso me bastó para tener la coartada perfecta.

Pero si no le preocupaba demasiado la presencia de pretendientes, que se declaraban enamorados, y pedían confianza y respeto, a mí me aterrorizaba. Porque sentía que no podía vivir sin él y sin su amor, y tenía tanto miedo de perderlo todo que me volví loca. Y literalmente lo hice.

Así hoy recuerdo todo, como si fuera una pesadilla vivida la noche anterior. Recuerdo las sensaciones que no pude reprimir, las que me golpearon como un violento puñetazo en el estómago. Recuerdo la ira y los gritos de desesperación, el llanto a cada hora del día y de la noche. Planes de venganza y estrategias bien pensadas para saber si me engaña, o si alguien que conozco lo está coqueteando.

Y de poco sirvieron sus tranquilidades porque en mi mente se había plantado la semilla de la duda y crecía cada vez más, devorando toda la lucidez que debe pertenecer a los seres humanos.Llamadas en medio de la noche para asegurarse de que estaba en casa, controles constantes de su teléfono inteligente, mensajes y llamadas salientes, discusiones incómodas en la calle y pedidos de no saludar o no hablar con las chicas del grupo que habían sonreído. a él, eran toda la agenda.

Lo consumieron, me despedazaron. Y con estas premisas queda claro que la historia estaba llamada a terminar. Y eso está bien, supongo, porque fue el destino. Porque tal vez debería haber tocado fondo para aprender a subir. Pero han pasado los años y no he podido olvidar esa historia porque no puedo olvidar en lo que me había convertido y lo que le hice pasar.

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