Ya se ha dicho y escrito mucho sobre el acoso escolar, pero se sabe poco sobre sus orígenes: ¿ cuándo y cómo nos convertimos en acosadores?

En la mayoría de los casos, hay dinámicas familiares muy específicas en la base de las actitudes de intimidación . Específicamente, son los padres quienes transmiten ciertas características a sus hijos: no solo las madres y los padres que son violentos a su vez, sino también los padres que son demasiado protectores pueden tener una mala influencia en la conducta de los niños.

Los llamados " padres matones" educan a sus hijos con métodos extremadamente estrictos. A menudo, la violencia física también se acompaña de actos de abuso emocional : el castigo, la burla de sus debilidades, la falta de aprecio y las actitudes pasivo-agresivas juegan un papel muy importante en la definición de la personalidad de los niños. En muchos casos, los padres no se dan cuenta de que están equivocados, porque simplemente repiten el esquema educativo que recibieron en su juventud. Debemos hacer un gran esfuerzo para cambiar nuestros hábitos, buscar confrontación con los demás y aprender a establecer reglas y límites de manera cooperativa, sin castigos ni amenazas . Si esto no sucede, de hecho, los niños tenderán a desahogar la ira que no pueden dejar brillar en casa sobre sus compañeros más débiles.

Las consecuencias de que la actitud de los "padres gallina" no puede ser subestimada. De hecho, dejar a los niños poca autonomía los hace menos experimentados en las relaciones con los demás, más inseguros y, por lo tanto, más propensos a aceptar pasivamente las actitudes de intimidación. Varios estudios han demostrado que empujar a los niños hacia la autonomía, ya a la edad de 4-5 años, puede ser muy importante para limitar los riesgos de comenzar a actuar como acosadores y convertirse en víctimas.

La educación familiar también es importante para determinar cómo se reacciona a las escenas de intimidación. De hecho, la investigación ha demostrado que los niños a quienes se les ha transmitido valores de compartir y participar tienen más probabilidades de actuar frente a actos de agresión y abuso. Por el contrario, aquellos que han sido educados para la indiferencia y la omertà, estarán más inclinados a guardar silencio y no ayudar a las víctimas de los matones. En cualquier caso, por lo tanto, es esencial educar a los hijos sobre el respeto y la transparencia, no solo por su propio bien, sino también por el de sus compañeros.

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