A veces, debe detenerse y ver si en una relación, ambas personas van a la misma velocidad.

Quizás sin darnos cuenta, somos nosotros quienes mantenemos la relación e insistimos en todos los sentidos para asegurarnos de que esa persona permanezca en nuestras vidas.

El amor en este sentido puede cegarnos y no hacernos darnos cuenta de que estamos compartiendo la vida con alguien que tal vez ha perdido interés en nosotros e inventa tantas excusas, prefiriendo otras cosas a pasar tiempo juntos.

Esta es una señal, es esencial entender que si nuestra pareja posterga, hay poco interés: de hecho, el amor no tiene excusas.

Las relaciones que nos hacen felices son aquellas en las que existe un deseo e interés en construir una vida juntos, día tras día. El amor es espontáneo y sincero y ninguno de estos en esta condición debe sentirse obligado a estar con el otro o peor, arrástrelo para que la relación continúe.

El verdadero amor está hecho de interés y reciprocidad, es necesario ir a la misma velocidad: si uno de los dos se queda atrás, esperándolo o forzándolo, inevitablemente conduce al sufrimiento y, hasta donde podemos posponer, el final es inevitable.

Todos tenemos una lista de prioridades a las que dedicar tiempo, pero el amor no significa desvanecerse por el otro, ni esconderse detrás de los compromisos diarios.

Si nos damos cuenta de que la otra persona no tiene el mismo interés por nosotros, lo único que debe hacer es dejarla ir, nadie debería rogar por tiempo y amor: los sentimientos son reales solo cuando nacen desde adentro.

Lo mejor que podemos hacer por nuestra felicidad es dejar de forzar la mano. Aparentemente, esto parecerá difícil y nos creará sufrimiento, pero nos permitirá deshacernos de alguien que no nos ama y no nos quiere. Será un acto de amor hacia nosotros mismos.

El tiempo es el regalo más preciado que tenemos, es nuestro derecho y deber utilizarlo de la mejor manera, rodeándonos de personas que realmente quieren pasarlo con nosotros.

Dejar a alguien que no nos quiere será solo el primer paso, aunque sea doloroso, para reabrir nuestro corazón y amar nuevamente.

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