Las mujeres nacemos enteras

Dicen que esta necesidad desesperada de amar a alguien, que a veces se manifiesta más como una desgracia que como un regalo, de alguna manera nace de la idea del amor romántico que se formó en nuestras mentes cuando éramos niñas . Todo por culpa de los dibujos animados de Disney, dicen, y de los cuentos de hadas que nos contaban. De esos príncipes encantadores que tuvieron que salvarnos y esperamos en vano.

Sin embargo, antes de los castillos, dragones y princesas hubo una fruta que explicaba el amor. Era una manzana, no de las envenenadas fíjate, pero una que explicaba el verdadero significado de ese sentimiento que mueve al mundo.Fue Platón, el filósofo y escritor griego que habló de ello, quien para dar sentido a todo en su Simposio narró lo que para nosotros se ha convertido en una verdad absoluta.

Quizás Platón ya había entendido que el dolor del corazón que se manifestaba con fuerza después de relaciones fallidas sabía llegar a ser insoportable. Y para él solo había una salida para silenciar el sufrimiento, la de encontrar a su alma gemela, la otra mitad de la manzana.

Sí porque según el filósofo el hombre y la mujer, hace mucho tiempo, no eran más que uno. Hermoso, perfecto e indivisible. Sin embargo, Zeus, envidioso de toda esta magnificencia, optó por dividir a esa criatura en dos, destinando así las dos mitades a buscarse y perseguirse, a vagar desesperadamente por el mundo para reunirse y así encontrar de nuevo la perfección.

Solo conocer la otra mitad de la manzana, por lo tanto, puede silenciar la desesperación del corazón y el alma. Puede restaurar esa sensación de plenitud y perfección que todo ser humano busca y que solo puede obtener reencontrándose entre sí.

Así que nosotros también lo hicimos, sin descanso y sin rendirnos. Llevamos años buscando ese alma gemela que pueda llenar la ausencia, llenar los vacíos y completar la esencia. Lo hicimos sin descanso creyendo siempre en ello, incluso cuando ya no teníamos por qué hacerlo, aunque el amor tomara la forma de una adicción.

Nos aferramos desesperadamente a la esperanza de que esa manzana reunida resolvería el mayor de los rompecabezas. Porque para explicar el fuego ardiente y la pasión, el latido del corazón y el nudo que persiste y persiste más que un puñetazo en el estómago, necesitábamos creer en algo que era más grande que nosotros y toda nuestra existencia. Y lo hicimos.

Romántica, sugerente y fascinante. Mitológico. Sí, porque las almas gemelas son un mito y por muy bonito que sea, por mucho que nos ayude a explicar lo que parece inexplicable, no es real. Porque la verdad es que nacemos enteros.

No somos parte del cuerpo de un hombre, ni somos su mitad. Nacemos únicos, completos e intactos. Tenemos un cuerpo, una cabeza, un corazón y un alma. Y sí, también tenemos lagunas que llenar y carencias, pero son precisamente estas las que nos hacen humanos, imperfectos. Y nunca habrá otra persona capaz de darnos valor, porque eso nos pertenece por naturaleza. Y es solo adquiriendo esta conciencia que podemos dejar de buscar en los demás lo que ya tenemos.

Porque la otra mitad de la manzana no existe, porque somos las dos mitades, unidas e inseparables. Y el amor no es más que el encuentro de dos manzanas enteras, completas e imperfectas.

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